¿Renovación o extinción? El dilema de la UCR de cara al 2025

La UCR enfrenta un desafío crucial de cara a las elecciones de 2025. El partido, que históricamente ha sido central, ahora está atrapado entre las alianzas tradicionales y el ascenso de fuerzas extremas. Deberá definir si el radicalismo se reinventa o sigue perdiendo relevancia en un contexto político cambiante.

El radicalismo argentino, bajo la conducción de Rodrigo de Loredo en la Cámara de Diputados, enfrenta un desafío estratégico que pocos partidos tradicionales han tenido que sortear en un contexto tan polarizado como el actual. La Unión Cívica Radical (UCR) ha quedado atrapada en un incómodo cruce de caminos, entre su histórica esencia centrista y el avance de extremos políticos que hoy dominan el escenario nacional. Con las elecciones legislativas de medio término de octubre de 2025 en el horizonte, el partido deberá definir si sigue jugando un rol secundario en coaliciones, o si se atreve a ocupar un espacio propio en un contexto de reconfiguración de las alianzas.

El desgaste de la coalición opositora

En las últimas elecciones, la UCR formó parte de Juntos por el Cambio, coalición que en su momento representó una alternativa al peronismo, pero cuyo rol se ha ido diluyendo ante la emergencia de nuevas fuerzas. El avance de La Libertad Avanza de Javier Milei ha reconfigurado las expectativas del electorado opositor, desplazando a la UCR a un papel más periférico. La figura de De Loredo, si bien emergente, ha tenido dificultades para lograr una proyección nacional que lo posicione como líder capaz de competir de igual a igual con las nuevas fuerzas o con la hegemonía del PRO en la coalición.

Para muchos radicales de peso, la posición del partido en Juntos por el Cambio ya no resulta satisfactoria. La UCR ha sido vista en ocasiones como un socio menor, sin la capacidad real de influir en las grandes decisiones de la alianza. Las legislativas de 2025 aparecen como una oportunidad de redefinición, pero también como una trampa: la polarización entre el extremismo libertario de Milei y el peronismo podría reducir aún más el margen de maniobra del radicalismo. La gran pregunta es si el partido está dispuesto a romper con las alianzas tradicionales o si continuará aferrado a un modelo que lo ha llevado a ceder protagonismo.

El electorado radical: ¿hacia dónde mirar?

Un análisis de la situación electoral de la UCR debe partir de una realidad: su electorado está fragmentado y envejecido. Los históricos votantes radicales, mayormente de clase media y media-alta, han visto cómo los discursos de extrema derecha captan a los jóvenes desencantados con el sistema político. Al mismo tiempo, sectores más moderados han migrado hacia otras opciones dentro de la misma coalición, buscando figuras que ofrezcan certezas frente a un futuro incierto.

Rodrigo de Loredo ha intentado modernizar la imagen del radicalismo, pero los resultados han sido dispares. En provincias como Córdoba, donde la UCR tiene un fuerte arraigo, ha logrado mantener cierta relevancia, pero la pregunta es si puede replicar ese éxito en un plano nacional y captar a un electorado que hoy se siente atraído por propuestas más radicales o populistas. La gran incógnita es si el radicalismo puede adaptarse a esta nueva realidad sin traicionar su esencia histórica.

El dilema de la renovación

El partido, que ha sido parte esencial de la historia democrática argentina, parece estar atrapado en una encrucijada existencial. La UCR enfrenta el dilema de la renovación. Una renovación que no solo pasa por la incorporación de nuevas caras, sino por la construcción de una propuesta política que sea relevante en un contexto donde la política tradicional está siendo puesta en jaque. Si bien De Loredo ha intentado presentarse como la cara de esta renovación, el radicalismo sigue debatiéndose entre su rol histórico y las nuevas demandas de un electorado cada vez más polarizado.

El dilema de la UCR es claro: o se arriesga a redefinir su espacio político o sigue siendo un actor de reparto en una coalición que ya no parece tan representativa. Para ello, De Loredo y otros líderes del partido deberán mostrar un liderazgo que trascienda la mera oposición a los oficialismos y construya una identidad propia que hable tanto a los votantes más jóvenes como a los sectores tradicionales que aún ven en el radicalismo un baluarte de la democracia y la institucionalidad.

El radicalismo llega a las elecciones de 2025 en un momento crítico de su historia. En un país donde los extremos están ganando terreno, la UCR debe encontrar un espacio que le permita sobrevivir y prosperar sin renunciar a su esencia. La conducción de Rodrigo de Loredo será clave para determinar si el partido puede reinventarse en un escenario adverso, o si seguirá ocupando un lugar incómodo en el juego político nacional. Lo cierto es que el radicalismo no puede seguir aferrado a sus viejas glorias; el futuro exige audacia y claridad, y las legislativas de 2025 serán la prueba de fuego para esa transformación.